lunes, 24 de mayo de 2010


Bajo los últimos rayos del día llego,
el susurro del viento es la banda sonora de mi vida
y mis pasos, el compás de la vieja melodía.
La música acaricia mis oídos, envolviéndome en un aura que me acuna, pero a pesar de la tentación de dormirme entre mis pasos, me esfuerzo por abrir los ojos y mirar al cielo, pues él me marca la hora, me dice que el momento está cerca.
Llego a la estación, llena de gente, prisas y extress, más no me importa el tumulto y el ruido.
Busco una puerta al exterior y encuentro un hueco seco y aislado, al borde de las vías,
fuera de la visión de la gente.
La noche estira sus brazos y poco a poco le va arrebatando el cielo al día, tornándose oscuro, inmaculado de estrellas.
Son las doce y bajo mi rincón puedo observar la luna, hoy, perfectamente esférica.
La gente se ha ido, la estación ha quedado totalmente vacía.
Me apoyo en un pequeño muro e intento sumergirme en mis pensamientos.
El tren está cerca, lo noto entre la niebla, mis pulmones respiran el carbón de sus chimeneas y noto sus chirridos entre las vías.
Justo cuando estoy a punto de caer en un profundo sueño una luz brillante me ciega y obliga
a mis párpados a abrirse, está aquí, ha llegado, viene a por mi.
-Bienvenido al Nerverland Express-
"Dí un respingo y con prisas recojí mis cosas.
Las puertas estában abiertas para mí, me estában esperando.
Cuando entré en aquel vagón moté como podía respirar diferentes sentimientos en el aire.
Estaba algo vacío, sus únicos pasajeros eran niños, mayoritariamente pequeños.
Vestían sus delicados pijamas y entre sus manitas les acompañaba su fiel compañero de juegos.
Me percaté entonces de que podrían haberse escapado de sus casas, pues en todos ellos
pude notar una sensación de soledad y la tristeza yacía en sus ojos.
El siguiente vagón estaba algo más lleno.
En el viajaban personas muy ancianas, pero en sus rostros, al contrario de los niños, podía saborear la tranquilidad y una profunda paz interior.
Alguien me contó una vez, que Neverland es el lugar más especial de la tierra, es sumamente perfecto y los que viajan alguna vez allí en su vida, vuelven a sus hogares felices, libres de todos los problemas a los que antes estaban atados.
Entonces, sumida yo en mis pensamientos de nuevo, el tiempo voló como el polvo y el tren paró de forma inesperada.
Las puertas se abrieron y todos los niños salieron al exterior corriendo , con una nueva expresion de felicidad en sus caritas.
Me asomé a la puerta con curiosidad y cuando mis pies pisaron aquel lugar una brisa sacudió alegremente mis cabellos, trayendome un olor marino, que me resultó muy familiar, como aquellos domingos de playa en familia.
Entonces todo ocurrió muy rápido y vi toda mi infancia en un segundo.
La primera vez que abrí los ojos, mi primera sonrisa, mi primer juguete, mis primeros pasos, mi primer diente, la primera vez que monte en bicicleta, todo mi mundo, mi vida , allí, en un segundo.
Al recordarlo, mi visión se nubló al instante y no conseguí recordar nada más, solo sé que fue el lugar más bello que vieron mis ojos."
Despierto de nuevo en la estación, aunque ahora es de día. Me he percatado rápidamente de que no he dormido sola, pues estoy rodeada de todos los niños del vagón, que casualmente acaban también de despertarse.
Al mirarnos todos a los ojos, se nos ha escapado una sonrisa. Acabamos de comprender que todos hemos soñado lo mismo, pues nuestras miradas han descubierto que la tristeza ya no habita en nuestros corazones.
A continuación he notado la ausencia de los muchos ancianos del segundo vagón y he pensado que quizás han preferido quedarse en Neverland para siempre. Esto me entristece un poco, pero a la vez me alegro por ellos porque Neverland es el mejor lugar donde podrían estar.
Finalmente pienso que cada vez que me sienta mal me esforzaré en recordar tal maravilloso lugar y justo cuando me doy por vencida e intento convencerme de que solo fué un sueño demasiado bonito, me llega de nuevo ese olor marino tan familiar, que curiosamente, procede de mis ropas.
-Waiting for my Neverland Express-

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