martes, 31 de agosto de 2010

Colour Paradise



Apenas aprendí a conocí las múltiples texturas que la vida me mostró salí a la calle.
Había esperado aquel día tanto tiempo, tantas ansias, tanta ilusión.
Y cuando salí, de aquel sitio oscuro y abrí los ojos...
Las motas de polvo que cubrían mis ropas se desprendieron de ellas y volaron, en un soplo mágico,
como si de desnudar dientes de león se tratase.
Me descalcé de mis pequeños zapatos de charol, me puse de puntillas y por primera vez abrí los ojos, quería sentirme por todo lo alto
cuando descubriera el mundo real.
Pero entonces todo se volvió gris de nuevo.
Aquel mundo no era tal y como yo lo había imaginado.
No sentí el aroma de la felicidad , los colores.
Sentí la desilusión,y por primera vez, dos lágrimas color plata rodaron por mis mejillas.
Y yo creyendo que el mundo era tal y como en mis dibujos.
Aquello tenía una ausencia de color enorme.
Y yo no iva a permitirlo.
Volví a la puerta y entré de nuevo, rauda y veloz, cogí mis temperas y muchos cubos de agua, unos 7 y cuando terminé de ponerlos fuera
eché un color en cada uno.
Entonces cogí la brocha grande, y pinté el aire, pr
imero de rojo, de rojo pasión, como el color de los labios de las señoras mayores, ese tan bonito y perfilado.
Me horroricé al principio, pues quedé salpicada de rojo, mi blanca camisa, mis pequeñas piernas y manos,
y mi imaginación voló por mal camino.
Pero me reí de mi propia estupidez y continué.
Cogí el naranja mandarina, y pinté la hierba, mi nariz y pinté el cielo.
A continuación cogí el amarillo, y pinté las nubes, pinté la mitad de la casa de madera, pinté los arándanos y pinté a las hormigas.
Algo más ilusionada y pringada de pintura de varios colores continué con el verde.
Coloreé los ojos de las personas, mis manos, el tronco de los arboles, las ventanas y las piedras, todas ellas de un verde limón precioso.
Cogí el azul, mi preferido, mi azul cielo, pinté las sonrisas y corregí las muecas tristes de todo aquel que vi.
Luego cogí el morado al que usé en el sol
, para darle un tono más oscuro y diferente.
Por último cogí el rosa , pinté todos los cristales de las tiendas, las campanas de la iglesia, corrí tras las mariposas, los grillos, incluso las golondrinas quedaron inmaculadamente rosadas.

Y cuando terminé, miré aquel mundo lleno de manchas de colores, unos colores cambiados sí, pero a mi me gustaban.
Creí que mamá me echaría una buena bronca, pero para mi asombro encontré a mama, con el pelo verde, la sonrisa azul marino y los pies naranjas.
Fue tan cómico y divertido verla así
que al mirarla a sus ojos morados comprendí que a ella también le había encantado mi invento.

Entonces cuando las doradas nubes empezaron a bañarnos a todos los colores, agua cristalina que lo borró todo y un río de colores
corrió calle abajo llevándoselo todo, mezclando los diferentes tonos, llevándose todo aquel arco iris tan maravarilloso.
Entonces, cuando mi trabajo quedó echo trizas, me fui a casa y me escondí entre mis sábanas, mis suaves sábanas blancas.
A la mañana siguiente me levanté de
la cama con los ojos cerrados y a tientas.
Llamé a mamá entusiasmada y le pedí un pequeño favor.
Una a una, con tal delicadeza, tan y como se lo pedí.
Mamá me pintó las pestañas de colores, rojas, naranjas, amarillas, verdes, azules, moradas y rosas.
Todas juntas y mezcladas.
Y cuando me abrió la puerta empapada aún, pues la lluvia no cesaba, agarré mi paraguas blanco, y abrí los ojos.

Fue entonces cuando una felicidad enorme recorrió mi cara y todo mi cuerpo, aquel nuevo invento funcionaba de verdad.
Ya no había lluvia que borrara mi sueño, porque para mis ojos la lluvia era ahora de colores, y lo empapaba todo, coloreandolo todo a su gusto.


Y reí, y salte. bajo aquel paraguas blanco, ahora empapado de felicidad.


Cuando los colores se te acaben y lo veas todo negro, haz como yo, pintate las pestañas y vive tu propio sueño tal y como tú quieras verlo.

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